Es una escultura viviente, que a través de la habitación como metáfora espacial del encuentro amatorio, relata el desamor a cuenta gotas de una experiencia amorosa que se fue decantando en la cama y el sexo.

Allí los elementos trocados de este habitáculo trágico marcan la huella del cuerpo cuando se hace caricia hasta desollar la piel, una travesía corporea que demarca la distancia entre el amor y el desamor; la vivencia y el olvido.